ROSARIO DE LAS ANTORCHAS

Volviendo la vista atrás, la llegada del mes de mayo nos encontró a los fieles de la Mare de Deu en la explanada, en una maravillosa noche de serenata recitando, cantando y acompañando a la Mareta. Ese día 1 de mayo fué el día de la fiesta mayor, la procesión y las muestras de amor de todo el pueblo hacia la Mare de Déu del Lledó.

De un modo muy parecido, el sábado 28 de mayo cerramos nuestro gran mes de mayo volviendo al mismo lugar donde comenzamos, a rezar a nuestra madre y agradecerle los felices momentos que hemos pasado en su compañía. En esta ocasión fué el rosario de las antorchas, más recogido, más íntimo, el que nos llevó a la explanada. Las Hermanas de Ntra. Sra. de la Consolación despidieron a la comitiva que, partiendo del colegio, recorrió el camino hasta la ermita guiada por el Prior de la Cofradía.

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Esta vez los barreros no eran barreros, ni la peana era la gran peana del día 1 de mayo; la pequeña imagen de la Mare de Déu del Lledó era portada por las camareras, las mismas que en emocionado silencio la visten la cuidan y la miman durante todo el año. Del mismo modo, en silencio sólo interrumpido por la oración y los cantos llegamos a Lledó y despedimos el día con la eucaristía.

Como acto íntimo que es, y en el que todos los asistentes participan, un grupo de miembros de la coral de barreros (los mismos que horas más tarde debutarían en su primera actuación fuera del santuario, en Vilafamés) se puso bajo la dirección de Lidón Navarro, nuestra querida organista, improvisando el coro que interpretó la parte musical de la misa que, por supuesto, concluyó con los gozos y la salve. Los asistentes agradecieron este gesto que, como un grano de arena más, va dando cuerpo al tradicional rosario de las antorchas y que a buen seguro no será sino el inicio de algo muy positivo.

En el mismo ambiente familiar terminó el acto con el reparto de rollos y moscatel por parte de los miembros de la cofradía.

Ya de madrugada los últimos asistentes que charlaban animadamente en la explanada antes de despedirse vieron como Vicente Felip, el sacristán de la Basílica, cerraba las puertas del templo. Las mismas puertas que justo en la primera noche de mayo se abrieron a la llamada de la “Cerimònia dels pelegrins”, en el inicio de la serenata.

Bona nit mareta.

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